El amor y el tiempo


Erase una vez una isla paradisíaca en la que vivían todos los sentimientos y valores del hombre: el buen humor, la tristeza, la sabiduría, el orgullo, la tristeza, el amor… Un día, los meteorólogos anunciaron la llegada de un tifón destructor que inundaría la isla. Entonces, todos se apresuraron a embarcarse y huir… todos, menos el amor, que permaneció allí hasta el último momento.

Cuando el agua había llegado al punto más elevado de la isla, el amor pidió auxilio. La riqueza pasó en un barco lujosísimo y el amor le dijo: “Riqueza, ¿me puedes llevar contigo?”. “No hay sitio para nadie, porque todo está lleno de oro y plata”, le respondió. Entonces el amor se dirigió al orgullo, que surcaba a toda vela el mar. “Orgullo, ¿tienes un hueco para mí en tu nave?”. A lo que éste, casi sin mirarle a la cara, contestó: “Aquí no hay lugar para ti. Todo es perfecto, arruinarías mi reputación”.

Así fue preguntando a todos los que pasaban cerca hasta que un viejo le dijo: “Ven, amor, te llevo conmigo”. Cuando llegó a tierra firme, quiso agradecerle la ayuda, pero ya se había marchado. Al preguntarle a la sabiduría quién era aquel anciano generoso, ésta le dijo: “Era el tiempo, el único que es capaz de comprender cuán importante es el amor en la vida”.


Agradecimiento




Adoro




La generosidad


Hacía tiempo que no me cruzaba con mi vecino y me paré un rato a hablar con él. Me comentaba que las cosas no le iban bien del todo, pero que había otros que realmente lo estaban pasando mal, como una familia del barrio que tenía siete hijos y que llevaban varios días sin apenas probar bocado. Aquello me dejó tocado y decidí llevarles un saquito de arroz para, al menos, aliviar un poco su necesidad.

Cuando me abrieron la puerta y vieron lo que les traía, los niños hicieron una gran fiesta y, con los ojos llenos de felicidad, pidieron a su madre que pusiera la olla al fuego para cocinarles un plato calentito. La mujer no tardó en prepararles una sopita pero, antes de poner la mesa, llenó a rebosar un plato y salió a toda velocidad de casa.

Cuando, por fin, regresó, le pregunté:"¿A dónde has ido tan deprisa?", y ella me respondió: "¡Mis vecinos también pasan hambre!". La mujer les había llevado la cena a los ancianos que vivían dos pisos más abajo. En ese momento, descubrí lo importante que es la generosidad. No importa realmente que seas rico o pobre, que te sobre algo para compartir o que apenas tengas lo mínimo, lo que cuenta es que quieras ayudar a los demás, aunque sea con lo poco que tienes.

Cerebro y corazón

No dejes que tu cerebro entorpezca a tu corazón.


Guijarros y diamantes


Un grupo de nómadas estaban acampados en el desierto una noche y, tras una dura jornada a lomos de sus camellos, se disponían a descansar. Pero un extraño fenómeno los interrumpió: una intensa luz apareció en el cielo y, a continuación, una voz sobrehumana se dirigió a ellos en estos términos: "Reunid todos los guijarros que encontréis por el suelo y guardadlos en vuestras alforjas. Caminad y, a anochecer, os sentiréis contentos y, a la vez, tristes".

Cuando la presencia divina volvió a hacerse invisible, los nómadas se miraron entre sí, decepcionados y enojados por lo que había ocurrido, ya que esperaban una revelación que les ayudara a crear riqueza, salud y bienestar para todo el mundo y, en cambio, les había hecho un encargo sin aparente importancia y al que no hallaban sentido. No obstante, le hicieron caso y cogieron algunas piedrecillas.

A la noche siguiente, descubrieron que los guijarros se habían convertido en diamantes y se alegraron de ello, pero también estaban tristes por no haber recogido mayor cantidad. Así es la vida, está llena de cosas que parecen carentes de sentido -como un saludo, un beso, un apretón de manos, unas gracias...-, pero realmente son tan valiosos como diamantes.


Coraza


"Has de saber que cuanto más fuerte y gruesa es la coraza de un hombre, tanto más frágil y vulnerable es su interior".                         Martín Casariego



Las estrellas de mar


  Un hombre disfrutaba de un relajante paseo por la playa y vio a otro hombre que, mientras caminaba por la orilla, iba recogiendo estrellas de mar y las lanzaba lejos, devolviéndolas a su hábitat. Intrigado por esta forma de actuar, se acercó a él, lo saludó y le preguntó qué estaba haciendo. "Devuelvo estas estrellas de nuevo al océano, el lugar al que pertenecen", le contestó. "Cuando baja la marea, quedan atrapadas en la arena y, si no las lanzo al mar, su muerte es más que segura", continuó explicándose.

  "Tienes razón -le comentó el hombre-, pero seguro que hay miles de estrellas de mar en la orilla de esta playa y te resultará imposible recogerlas todas. Además, esto mismo está sucediendo en miles de playas a lo largo de todo el planeta. ¡No te das cuenta de que tu esfuerzo no tiene ningún sentido, que por mucho que te esfuerces su destino es morir!".

  Entonces, como si no oyera lo que aquel individuo le estaba contando, el salvador de estrellas de mar se agachó, recogió una más y la lanzó con todas sus fuerzas a las profundidades del océano respondiéndole: "¡Para ésta si ha tenido sentido!". La moraleja de esta historia es clara: cualquier gesto, por insignificante que parezca, vale la pena para hacer mejor el mundo.

La desilusión

La desilusión no es otra cosa que reconocer que la realidad no está a la altura de nuestros sueños.



El perdón

"El perdón es la fragancia que derrama la violeta en el talón que la aplastó." Mark Twain



Las estaciones


Un hombre que tenía cuatro hijos quería que aprendieran a no juzgar las cosas rápidamente. Y se le ocurrió enviarlos, por turnos, a ver un peral que estaba a una gran distancia. El primer hijo fue en invierno; el segundo, en primavera; el tercero, en verano, y el más joven, en otoño. Cuando todos hubieron regresado, el padre los llamó y les pidió que le describieran lo que habían visto. El primogénito explicó que el árbol era horrible comentó que no era verdad, parecía seco y estaba sin hojas; el segundo comentó que no era verdad, que él lo había visto con finos brotes verdes y lo encontró lleno de promesas; el tercero no estuvo de acuerdo y aseguró que tenía muchas flores, que desprendían un dulce aroma, y que era muy hermoso. Por último, el pequeño explicó que el árbol estaba cargado de frutos, con muchas hojas, algunas de las cuales empezaban a caer, pero pleno de vida. Entonces, el hombre les dijo que todos tenían razón, pero que su impresión era parcial porque sólo habían visto el árbol en una de las estaciones de su vida. Y añadió: "No debéis juzgar al árbol o a una persona teniendo sólo en cuenta una parte de su existencia. De la misma manera, no podéis daros por vencidos en el invierno, ya que eso no os dejará ver la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño".