Las estrellas de mar


  Un hombre disfrutaba de un relajante paseo por la playa y vio a otro hombre que, mientras caminaba por la orilla, iba recogiendo estrellas de mar y las lanzaba lejos, devolviéndolas a su hábitat. Intrigado por esta forma de actuar, se acercó a él, lo saludó y le preguntó qué estaba haciendo. "Devuelvo estas estrellas de nuevo al océano, el lugar al que pertenecen", le contestó. "Cuando baja la marea, quedan atrapadas en la arena y, si no las lanzo al mar, su muerte es más que segura", continuó explicándose.

  "Tienes razón -le comentó el hombre-, pero seguro que hay miles de estrellas de mar en la orilla de esta playa y te resultará imposible recogerlas todas. Además, esto mismo está sucediendo en miles de playas a lo largo de todo el planeta. ¡No te das cuenta de que tu esfuerzo no tiene ningún sentido, que por mucho que te esfuerces su destino es morir!".

  Entonces, como si no oyera lo que aquel individuo le estaba contando, el salvador de estrellas de mar se agachó, recogió una más y la lanzó con todas sus fuerzas a las profundidades del océano respondiéndole: "¡Para ésta si ha tenido sentido!". La moraleja de esta historia es clara: cualquier gesto, por insignificante que parezca, vale la pena para hacer mejor el mundo.

La desilusión

La desilusión no es otra cosa que reconocer que la realidad no está a la altura de nuestros sueños.



El perdón

"El perdón es la fragancia que derrama la violeta en el talón que la aplastó." Mark Twain



Las estaciones


Un hombre que tenía cuatro hijos quería que aprendieran a no juzgar las cosas rápidamente. Y se le ocurrió enviarlos, por turnos, a ver un peral que estaba a una gran distancia. El primer hijo fue en invierno; el segundo, en primavera; el tercero, en verano, y el más joven, en otoño. Cuando todos hubieron regresado, el padre los llamó y les pidió que le describieran lo que habían visto. El primogénito explicó que el árbol era horrible comentó que no era verdad, parecía seco y estaba sin hojas; el segundo comentó que no era verdad, que él lo había visto con finos brotes verdes y lo encontró lleno de promesas; el tercero no estuvo de acuerdo y aseguró que tenía muchas flores, que desprendían un dulce aroma, y que era muy hermoso. Por último, el pequeño explicó que el árbol estaba cargado de frutos, con muchas hojas, algunas de las cuales empezaban a caer, pero pleno de vida. Entonces, el hombre les dijo que todos tenían razón, pero que su impresión era parcial porque sólo habían visto el árbol en una de las estaciones de su vida. Y añadió: "No debéis juzgar al árbol o a una persona teniendo sólo en cuenta una parte de su existencia. De la misma manera, no podéis daros por vencidos en el invierno, ya que eso no os dejará ver la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño".