Copiar a los demás

 


El elefante y la alondra

 

Esta es la historia de un elefante y una alondra que eran muy buenos amigos. Por ello, el ave le mostraba al paquidermo los lugares más sombreados para descansar y, como agradecimiento, el elefante protegía con su imponente presencia el nido de la alondra del ataque de serpientes y ardillas rapaces.

Un día que estaban conversando junto a la orilla del río, el elefante le confesó a su amiga: "No sabes la envidia que te tengo por no poder volar como tú y conocer lugares lejanos". En respuesta, la alondra le dio una gran alegría asegurándole que eso era mucho más fácil de lo que se imaginaba. Arrancándose con el pico una pluma de la cola que estaba a punto de caérsele le dijo: "Aprieta fuerte esta pluma en tu boca y agita con velocidad las orejas arriba y abajo".

Dicho y hecho. El elefante batió sus enormes orejas con fuerza y empezó a elevarse lentamente por los aires hasta que, casi sin darse cuenta, notó cómo dominaba el vuelo.

Tras recorrer mundo, el elefante volvió y agradeció a la alondra que le hubiese regalado esa pluma milagrosa. Y la inteligente ave le respondió: "La verdad es que esa pluma no vale para nada, pero tenía que darte algo para que creyeras en ti, aunque tú habrías volado de todos modos".


Azúcar

 "El azúcar no engorda, el que engorda es el que se lo toma".



Decir y sentir

 "Decir lo que sentimos; sentir lo que decimos; concordar las palabras con la vida".  Séneca




Compartir soledad


 

Las dos ranas


Un grupo numeroso de ranas iban paseando por el bosque cuando, de repente, dos de ellas cayeron en un profundo pozo. En ese momento, todas las ranas pensaron que no habría manera de salvar a sus compañeras y que allí habían acabado sus días. Por eso, desesperadas y angustiadas, no paraban de gritarles: "¡No podréis salir de ahí!, ¡dejad de saltar, no tiene sentido!".

Pero las pobres no hacían caso a esos gritos de desaliento que sólo conseguían minar sus cada vez más escasas fuerzas. De hecho, uno de los anfibios pronto se desanimó, paró de saltar y se ahogó. La otra rana no se dejó vencer y siguió salta que te salta pese a los agoreros gritos de sus congéneres: "¡No lograrás salir del pozo!".

Finalmente, la rana salvó su vida. Pero fue gracias a que era sorda y pensó que las demás, con sus gestos y gritos, la estaban animando a seguir esforzándose para salir del hoyo. Y es que una palabra de aliento puede sacar adelante a alguien que se encuentre desanimado y una palabra destructiva puede desmoralizar hasta al más optimista.



 

Lengua y pensamiento

 "No corra tu lengua más que tu pensamiento".   Quilón