Esta es la historia de un elefante y una alondra que eran muy buenos amigos. Por ello, el ave le mostraba al paquidermo los lugares más sombreados para descansar y, como agradecimiento, el elefante protegía con su imponente presencia el nido de la alondra del ataque de serpientes y ardillas rapaces.
Un día que estaban conversando junto a la orilla del río, el elefante le confesó a su amiga: "No sabes la envidia que te tengo por no poder volar como tú y conocer lugares lejanos". En respuesta, la alondra le dio una gran alegría asegurándole que eso era mucho más fácil de lo que se imaginaba. Arrancándose con el pico una pluma de la cola que estaba a punto de caérsele le dijo: "Aprieta fuerte esta pluma en tu boca y agita con velocidad las orejas arriba y abajo".
Dicho y hecho. El elefante batió sus enormes orejas con fuerza y empezó a elevarse lentamente por los aires hasta que, casi sin darse cuenta, notó cómo dominaba el vuelo.
Tras recorrer mundo, el elefante volvió y agradeció a la alondra que le hubiese regalado esa pluma milagrosa. Y la inteligente ave le respondió: "La verdad es que esa pluma no vale para nada, pero tenía que darte algo para que creyeras en ti, aunque tú habrías volado de todos modos".
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