Un viejo y sabio filósofo de Oriente, reunido con sus discípulos para impartir una de sus charlas, les contó la siguiente historia: "Hace muchos, muchos años, en una lejana montaña, un grupo de hombres se quedó encerrado en una profunda caverna por accidente. Tal era la oscuridad que reinaba en la cueva, que no podían ver nada. Pasó algún tiempo y, finalmente, uno de ellos logró encender una pequeña tea. Pero la luz que daba era tan escasa y tan débil, que aun así seguía sin poder percibirse nada. Después de estar cavilando varios días, al hombre se le ocurrió que con su luz podía ayudar a que cada uno de sus compañeros prendiera su propia tea. Y así lo hizo. De repente, compartiendo la llama con todos sus compañeros, la caverna se iluminó intensamente".
Cuando acabó de explicar esta narración, los alumnos se quedaron unos minutos reflexionando en silencio, hasta que uno de ellos le preguntó al maestro: "¿Pero, qué es lo que nos quiere decir este relato? ¿Qué nos enseña?".
Y éste contestó: "Nos muestra que nuestra luz seguirá siendo oscuridad si no la compartimos con los demás. Y también nos dice que el hecho de compartir nuestra llama no la apagará; al contrario, la hará crecer".
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